Dr. Antonio Blanco-Mercadé: “La pandemia ha puesto en evidencia muchas carencias éticas y la necesidad de actualizar el Código de Deontología Médica”


Tal y como asegura en esta entrevista para “MedicosyPacientes” la pandemia “ha puesto en evidencia muchas carencias éticas y la necesidad de actualizar el Código de Deontología Médica”. 
¿Qué significa para la profesión médica celebrar este Congreso de Deontología en un año marcado por la pandemia?
Significa poder reflexionar conjuntamente sobre los muchos problemas que han surgido y sobre las exigencias mínimas que debemos compartir los médicos para tratar de resolverlos, sin olvidar nunca el respeto debido a la pluralidad de valores que enriquecen el ejercicio de los distintos miembros de la profesión.
Uno de los ejes de este Congreso es abordar los planteamientos éticos y deontológicos surgidos a los profesionales médicos a raíz de esta crisis sanitaria, ¿Considera que la pandemia puede influir en la línea deontológica de la profesión médica? 
Sin duda, la pandemia ha puesto en evidencia muchas carencias éticas y la necesidad de incrementar y de actualizar algunos capítulos y artículos del Código de Deontología Médica. 
Desde su punto de vista, ¿Qué cambios considera necesarios para dibujar el futuro de la Deontología Médica? 
El paso por la Comisión Central de Deontología ha sido muy gratificante para mí. No obstante, desde mi punto de vista, la Deontología Médica necesita contar con una mayor representación de las diversas sensibilidades que existen en la sociedad y en los médicos españoles, además de seguir aspirando a la paridad de género. Hay que tener mucha prudencia a la hora de determinar cuáles son los mínimos morales compartidos antes de establecer códigos de conducta, de manera que las convicciones y las creencias personales no deben conformar las normas deontológicas que se imponen al conjunto de los colegiados, porque nuestra sociedad es plural y no tiene un código moral único. Por ejemplo, la reciente Ley Orgánica de regulación de la eutanasia ha de hacernos reflexionar a los médicos sobre algunas cuestiones éticas de suma importancia, pero tenemos que reconocer que se trata de un tema muy polémico, con gente honesta que tiene sólidos argumentos para defender posiciones distintas y a veces enfrentadas que debemos respetar.
 ¿Cuáles han sido los mayores retos de la Comisión Central de Deontología durante la pandemia? 
En cuanto a los aspectos formales, no ha sido fácil acostumbrarse a las reuniones telemáticas, por las limitaciones que existen en los procesos de deliberación. En cuanto a los temas de fondo, junto con la pena de haber tenido que suspender temporalmente el proceso de actualización del Código de Deontología Médica, ha sido imperativo abordar numerosos asuntos relacionados con la propia pandemia, como las consultas telemáticas, el negacionismo, la escasez de medios de protección para los profesionales, la deshumanización y el abandono de los pacientes, la salud psicológica de los profesionales, los problemas de justicia distributiva (como la priorización en el acceso a recursos escasos o los planes de vacunación), etc. Algunos de estos asuntos se abordarán en el Congreso de Toledo.
En cuanto a la gestión médica durante la pandemia, ¿Considera que ha existido tensión entre las decisiones que se han adoptado durante este período por tener que atender al planteamiento de la administración y a la deontología profesional al mismo tiempo? 
Durante la pandemia se han producido notables cambios en la sanidad y ha disminuido la atención a los enfermos con patologías no Covid. La asistencia telemática es una solución parcial no exenta de grandes dificultades y peligros. Una sobrecarga asistencial sanitaria sin precedentes ha generado de repente un desequilibrio entre las necesidades clínicas y la disponibilidad efectiva de recursos, dando lugar a graves problemas de justicia distributiva. 
En condiciones normales el criterio de justicia consiste en procurar el mayor beneficio para todos y cada uno de los enfermos y, en caso de desigualdad, se tiene que favorecer más a los más desfavorecidos, a los más necesitados, a los que están más graves. Pero ante una situación excepcional que se denomina desastre sanitario, como ocurrió durante la primera ola de la pandemia, las administraciones sanitarias se vieron obligadas a tomar decisiones complejas desde el punto de vista ético que, además, fueron difíciles de entender y pudieron dar a lugar a situaciones de tensión. 
Necesariamente el criterio de justicia pasó a ser el utilitarismo de regla que obligó a actuar en función de la máxima utilidad, procurando el mayor beneficio para el mayor número y en el menor tiempo posible, poniendo límites al esfuerzo terapéutico y priorizando el acceso a las medidas escasas para aquellos pacientes con mayores posibilidades de recuperación, aunque a veces no fueran los más graves. Paralelamente, la saturación de camas hospitalarias y el acúmulo de enfermos en los pasillos de los Servicios de Urgencias en determinados momentos, hizo necesario regular la afluencia para evitar el colapso y tomar medidas tales como la evaluación y asistencia de los pacientes dentro de las residencias de carácter social, trasladando a los hospitales aquellos enfermos que tenían posibilidades reales de curación. Todo ello pudo originar tensiones, al tiempo que puso en evidencia el funcionamiento de muchas residencias y su limitación para atender adecuadamente a los enfermos. Los “modélicos” sistemas de asistencia sanitaria y de cuidado social quedaron en entredicho. 
¿Cuáles son las obligaciones éticas de los directores médicos? 
Los directores médicos y los médicos directivos en general deben, entre otras cosas, gestionar el reparto equitativo de los recursos, a fin de promover la salud y el bienestar de los pacientes, en especial de los más desfavorecidos. Pero son muchos los acontecimientos recientes que han puesto de manifiesto las repercusiones de las decisiones de esos directivos, quienes en ocasiones han tenido que aplicar un criterio distinto de justicia distributiva.